16/03/2024

Guerra de la Navarrería


La ciudad de Pamplona fue el centro neurálgico y Corte Real desde la fundación del reino por Íñigo Arista, continuando con esta saga de los Íñigo y con los primeros reyes de la dinastía Jimeno. En el siglo X, Sancho II Garcés donó la custodia de Pamplona al obispo y a los canónigos de la catedral, hecho que fue ratificado por Sancho Ramírez en 1087. El sometimiento de la ciudad a la jurisdicción eclesiástica suponía que los reyes no percibían renta alguna y apenas ejerció como Corte y sede real. Incluso, el Palacio Real perteneció durante más tiempo a los obispos que a los reyes. En 1319, bajo el Concordato de París, la Iglesia cedió al rey de Navarra el señorío y las rentas de Pamplona.

Esta población autóctona y en dominio del obispo fue llamada Navarrería. Frente a ella, los reyes navarros optaron por organizar sus propios núcleos de población. En 1129, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona, concedió el Fuero de Jaca al Burgo de San Cernin. Este era un barrio formado por extranjeros francos, burgueses y comerciantes ya establecidos desde 1090, en el que estaba prohibido el asentamiento de navarros.

Otro asentamiento fue el Burgo de San Nicolás, que era más heterogénea. También existieron barrios más efímeros como La Pobla Nova del Mercat, el Burgo de San Miguel y la Judería. Por tanto, no hubo una Pamplona, sino tres, cada una con una población diferenciada en lengua y origen, desiguales privilegios, separadas por murallas y torres, con sus propios regidores, y con sus propias rivalidades.

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BURGOS MEDIEVALES DE PAMPLONA

Los primeros enfrentamientos violentos tuvieron lugar en 1213, y el incendio de la iglesia de San Nicolás en 1222. Pero estos enfrentamientos se transformaron la conocida como Guerra de la Navarrería, o Guerra de los Burgos de Pamplona, en 1276.

Los burgos de San Cernin y San Nicolás arrasaron por completo la Navarrería, por tanto, fue una reyerta de los francos y burgueses privilegiados contra los autóctonos. Además, el obispado pretendía extender su dominio a toda la ciudad, frente a la soberanía del rey en los burgos. Todo comenzó cuando en 1274, el barrio de la Navarrería consiguió que el rey Enrique I les permitiera la construcción de murallas y torres defensivas a cambio de 30.000 sanchetes, que eran unas monedas navarras de plata.

Pero tuvo un trasfondo más a nivel de reino que de ciudad. Aquel año de 1274, fallecía Enrique I, y en la sucesión al trono del Reino de Navarra tomaron parte tres potencias vecinas: Francia, Aragón y Castilla. Por derecho de sucesión, Juana sería la legítima heredera al trono por ser hija de Enrique de Champaña y de Blanca de Artois. Pero tenía dos años de edad, por lo que reinaría bajo la tutela de su madre. Juana pasaría el resto de su vida en Francia, no regresando a Navarra desde que Blanca se la llevó a sus señoríos de aquel reino. Desde allí, luchó para que su hija obtuviera el título real navarro.

Ya que el Reino de Navarra dejaría de estar vinculado el entorno español para pasar a la órbita de influencia francesa, Aragón y Castilla trataron de hacerse con el trono.

En el Reino de Castilla, Alfonso X el Sabio también presentó la candidatura de su primogénito, el infante Fernando. Tenía los apoyos del obispado de Pamplona y del rico hombre García de Almoravid. Para afianzarla, en septiembre de 1274, Alfonso X sitió a Viana sin conseguir su rendición. Y volvió ha fracasar en otro intento cuando supo la decisión de las Cortes de Olite.

En el Reino de Aragón, Jaime I el Conquistador presentó la candidatura al trono para su hijo Pedro, si era esa la voluntad de los señores del reino. Este ofrecimiento, se consumó tras negociaciones en las Cortes de Olite, reunidas el 1 de noviembre de 1274, cuya resolución aceptaba a Pedro de Aragón como rey de Navarra en futuro matrimonio con Juana. Los señores prestarían juramento a este pretendiente tan pronto como llegase. Navarra ya tenía el precedente de unión dinástica con Aragón bajo los reinados de Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso I el Batallador unas décadas atrás.

Blanca consiguió el apoyo del concejo de Estella y del rico hombre Juan Sánchez de Monteagudo, junto a la influyente judería, a los que convenció por legitimidad dinástica de Juana, frente al principio electivo de las Cortes de Olite. Aquellos confederados proclamaron de forma unilateral guardar el castillo de Estella para la princesa en diciembre de 1274. Acto seguido, nombró a Pedro Sánchez de Monteagudo como regente del reino para mantener la unidad en defensa de los derechos sucesorios de Juana. La Junta de los infantes de Obanos se sumó a la lucha.

Fue el inicio de una larga estrategia que estaba tramando Blanca de Artois en calidad de regente. A inicios de 1275, se trasladó a París, y allí entregó la regencia de Navarra a su primo Felipe III el Atrevido. Ambos acordaron el matrimonio con el futuro rey francés Felipe IV el Hermoso.

El rey de Francia exigió a los ricos hombres y caballeros navarros cuáles eran las condiciones que debería asumir un gobernador nombrado por él. La respuesta, fechada el 8 de julio de 1275, fue el respeto a los fueros del reino y a los privilegios de los ricos hombres, infanzones y buenas villas y encomiendas.

Sin embargo, el reino estaba dividido: el gobernador Sánchez de Monteagudo tenía preferencia por el aragonés Pedro; otros ricos hombres, como García de Almoravid, se inclinaban por la candidatura castellana de Fernando. Ante este bloqueo, el rey francés reaccionó nombrado nuevo gobernador a Eustaquio de Beaumarchais, quien juró los fueros del Reino en Pamplona y exigió juramentos a los ricos hombres y buenas villas. Este gobernador ganó el apoyo de los infanzones y la enemistad de los ricos hombres, que le acusaron de establecer contrafueros.

La tensión reactivó los enfrentamientos violentos de los barrios de Pamplona debido también a la construcción de murallas y torres defensivas en la Navarrería, en desacuerdo con San Cernin y San Nicolás. La Navarrería recibió el apoyo de los ricos hombres así como del obispo y el cabildo catedralicio. Se estaba fortificando y construyendo máquinas de guerra, encargando su defensa a García de Almoravid.

El conflicto primero fue interno entre los burgos, con escaramuzas, algún enfrentamiento directo y constantes lanzamientos de flechas y piedras desde las torres y murallas que causaron cuantiosos muertos y destrozos. El gobernador Beaumarchis se refugió en los burgos de francos y pidió refuerzos al rey de Francia. El obispo Armingot acudió a Castilla para requerir el apoyo armado del Alfonso X. Además, el exgobernador Sánchez de Monteagudo fue asesinado por un complot encabezado por su enemigo García de Almoravid.

Y este enfrentamiento político-social de una ciudad se convirtió en una guerra militar entre reinos y entre estamentos navarros.

En septiembre de 1276, el ya proclamado rey regente Felipe el Atrevido envió un poderoso ejército que cruzó los Pirineos, sometió a toda Pamplona, saqueó y destruyó del barrio de la Navarrería y ejecutó penas de muerte a muchos resistentes. Los caballeros que la defendía huyeron de noche cuando ya se vieron vencidos. Las tropas castellanas habían llegado algo tarde, se encontraban en el monte El Perdón, a pocos kilómetros al sur de la ciudad. Todo estaba perdido para ellos cuando vieron las columnas de humo.

Así lo relató el cronista y poeta Guillermo Anelier:
"Allí verías abrir y destrozar féretros, y derramar cerebros y despedazar cabezas, y maltratar a damas y doncellas, y robar la corona al santo crucifijo y coger las lámparas de plata, y robar las reliquias, los cálices, las cruces y los altares... Y veríais a la Navarrería tan abatida que en un mes no podríais estar bajo techo, al contrario podríais hacer hierba o sembrar trigo."

La catedral sufrió una amplia destrucción y hasta el sarcófago de Enrique I fue profanado. El obispado sólo pudo pactar con el gobernador francés mediante la cesión de control temporal de la mitad de Pamplona. Además, los rebeldes debían indemnizar los destrozos causados a los barrios de San Cernin y San Nicolás. Años después, el papa de Roma sancionó los castigos impuestos a la sede episcopal pamplonesa.

La Navarrería no fue reconstruida hasta cinco décadas después, en 1324, bajo el reinado de Carlos III el Noble. Un año antes, dictó el Privilegio de la Unión, que unificaba la ciudad, levantó el Ayuntamiento en terreno de extra-barrios y dotó con las mismas leyes a los tres burgos.

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PLANO DE LOS BURGOS DE PAMPLONA

11/03/2024

Títulos legítimos e ilegítimos de Francisco de Vitoria


El teólogo alavés Francisco de Vitoria se ocupó de la denominada cuestión de los naturales (polémica De Indis) y de cuáles son los derechos de los españoles para ocupar las tierras americanas en las primeras décadas del siglo XVI. En esta línea de pensamiento se inspiraron sus relecciones De indis prior y De indis posterior, en las que Vitoria partió del derecho irrenunciable de los indios a poseer sus tierras, de la legitimidad de sus príncipes naturales y del derecho a gobernarse por sí mismos. Se basaba en el derecho natural, en el derecho de todos los hombres por su propia naturaleza. Ese derecho por origen debe regir el mundo, y una ley del ius gentium debía regir la guerra.

Aceptado este punto de partida, Vitoria procedió primero de forma negativa, eliminando los títulos ilegítimos que consideraba, con los que renegó de los derechos de conquista concedidos a los Reyes Católicos. Después, procedió a la exposición de una doctrina positiva con la enumeración de una serie de títulos legítimos, cuya finalidad era la de justificar la conquista de la Monarquía española en América, y que fueron recogidos en las leyes de conquista durante el reinado de Felipe II.

Francisco Vitoria Salamanca escultura
ESCULTURA DE FRANCISCO DE VITORIA EN SALAMANCA

Al ocuparse de los títulos ilegítimos, Vitoria rechazaba aquellos que eran comúnmente aceptados por los juristas y teólogos de la época:

1. El emperador no es dueño del Mundo, ni por Derecho divino ni humano, por lo que carece de autoridad universal para la concesión de tierras.

2. El papa tampoco es dueño del Mundo: Papa non est dominus mundo; pues carece de autoridad temporal. En todo caso, poseerá cierto poder espiritual en cuanto sea necesario para la recta administración del orden espiritual, pero ello no le da poder temporal ninguno sobre bárbaros e infieles, ya que sobre éstos el poder espiritual es nulo. Así destruyó el motivo fundamental que se había basado para la intervención de España en las Indias.

3. El derecho de invención o descubrimiento, cuya alegación podría ser válida en caso de tierras deshabitadas, no lo es al hallarse los países de América habitados por sus propios dueños.

4. El derecho de compulsión de los indios infieles que se resisten a recibir la fe cristiana. Su negativa a recibir la fe sólo es pecado cuando han tenido oportunidad de conocer ésta; pero si se les enseña y no la aceptan, tampoco esto es motivo para hacerles la guerra, aunque ellos caigan en pecado.

5. Los pecados contra naturaleza de los indios se dice que daban autoridad a los príncipes cristianos para reprimirlos, pero también niega Vitoria este título, pues los pecados no autorizan a intervenir en sociedades infieles donde los cristianos no son reconocidos y donde ya existen gobernantes propios.

6. La elección voluntaria o aceptación de la soberanía española cuando son "requeridos" a ellos. En este punto Vitoria hizo un duro ataque a la práctica del "Requerimiento", señalando que no hay tal voluntariedad en ella, sino coacción provocada por el miedo y la ignorancia.

7. Por último, Vitoria señaló un falso título que hace referencia a aquellos que aseguraban que Dios había realizado una concesión o donación especial a los españoles de aquellos bárbaros entregados a sus abominaciones, como antiguamente hizo y por las mismas razones con los caneos, al entregarlos en manos de los judíos. Se trata de una profecía que atenta contra la ley común y contra las Escrituras y que, además, no está probada por milagro alguno.

EVANGELIZACIÓN DE INDIOS POR ECLESIÁSTICOS ESPAÑOLES

A continuación, Vitoria examinó detenidamente los títulos legítimos por los cuales pudieras los bárbaros venir a sujetarse a los españoles.

1. El derecho de sociedad natural y libre comunicación, al que se ha llamado también derecho de libre paso, instalación y comercio. Según este derecho, los españoles pueden reconocer aquellas provincias y permanecer allí sin que les hagan daño alguno los bárbaros, ni pueden prohibírselo de ningún modo, siempre que los españoles vayan en son de paz. No se les puede impedir el derecho de viajar y a permanecer allí como huéspedes y peregrinos pacíficos, como tampoco puede negárseles el derecho a comerciar importando mercancías de que los indios carecían y exportando otras de que carecíamos (oro, plata, etc.). Ni los caciques indios a sus súbditos ni los soberanos españoles a los suyos pueden prohibirles comerciar entre sí, como tampoco puede nadie privar a los españoles de apoderarse de las cosas sin dueño (res nullius) de la tierra o del mar. La negativa persistente en los indios a que los españoles ejerciten estos derechos les concede licencia para hacerlo por la fuerza, si fuese necesario, ocupando sus tierras y acometiéndolos cuando la propia seguridad lo requiriese.

2. El derecho de evangelizar y la obligación derivada del mismo de proteger y tutelar a los indios para la defensa de la fe, de acuerdo con la condición de los españoles.

3. El derecho a la intervención en defensa de los convertidos, sobre todo su hay peligro de que sus príncipes intenten volverlos a la idolatría, y la única forma de evitarlo es declararles la guerra. Es un título nacido de la amistad y sociedad humanas.

4. El derecho del poder indirecto del papa para deponer a los caciques indios y sustituirlos en el gobierno por príncipes cristianos, al objeto de preservar la fe de aquellas tribus que se habían convertido al Cristianismo. Los españoles operarían así en cuanto mandatarios del papa; ello sería una secuela temporal de su poder espiritual.

5. El derecho a la intervención humanitaria en defensa de los inocentes y evitar sacrificios humanos. En este caso, Vitoria admitió que los bárbaros pueden ser castigados por sus pecados naturales, e incluso puede hacérseles la guerra, pero siempre como defensa de la vida de su integridad.

6. El derecho a regir y gobernar a los indios por elección voluntaria de ellos debidamente garantizada, en bien de una mejor administración.

7. El derecho a intervenir en su gobierno por amistad y alianza con un príncipe bárbaro que lucha legítimamente contra otro, como ocurrió en la lucha entre los tlascaltecas y mexicanos, donde aquellos pidieron ayuda a los españoles. Si por derecho de guerra les corresponde algo a los aliados en tal pugna, entre ellos debe ser decidido por acuerdo mutuo.

8. Existe un derecho probable, que Vitoria no consideró como absolutamente seguro, de tutela o mandato colonizador sobre los pueblos "amentes", o retrasados, en virtud de su incapacidad de administración y gobierno.

EVANGELIZACIÓN DE INDIOS POR ECLESIÁSTICOS ESPAÑOLES

Los historiadores no han dado la misma importancia a todos estos títulos; muchos de ellos no hacen sino introducir de forma subrepticia algunos de los que habían sido desechados anteriormente como ilegítimos. Sin embargo, sólo por el primero de estos títulos, el de sociedad natural y libre comunicación, merece Vitoria el renombre internacional adquirido por su genial aportación, al introducir criterios de racionalidad natural por primera vez en los asuntos de la convivencia internacional, poniendo así las bases de un futuro Derecho internacional.

07/03/2024

Blanca de Champaña


Teobaldo I el Trovador fue el primer rey de Navarra de la dinastía de Champaña, entre los años 1234 y 1253, y conde de Champaña y Brie entre 1201-1253.

En 1222, se casó en segundas nupcias con Inés de Beaujeu, hija de Guicardo IV, señor de Beaujeu, con quien tuvo una hija: Blanca de Champaña. Esta casó con Juan I, duque de Bretaña, conocido como Jean le Roux (Juan el Rojo), cuyo matrimonio tuvo a Juan II, nacido en Provins, en 1239.

Durante su reinado navarro, Teobaldo I había casado por tercera vez con Margarita de Borbón, con la que tuvo seis hijos, siendo el primogénito Teobaldo II de Navarra. El segundo de los Teobaldos navarros reinó durante los años 1253 y 1270, además de mantener el título condal como Teobaldo IV de Champaña. Había casado con Isabel de Francia en 1255.

BLANCA DE NAVARRA Y ESCUDO DE NAVARRA-CHAMPAÑA

Tras la muerte de Teobaldo I, ocurrió un enfrentamiento entre ambos hermanastros. Teobaldo II y Blanca lucharon por los derechos sucesorios al trono navarro. Teobaldo había prometido a Blanca la sucesión al reino a condición de que tuviera un hijo varón, que a su vez pudiera heredarla a ella. Como Blanca tuvo un hijo varón, Juan, según la voluntad real, debía ser la heredera. Y en efecto, reclamó la corona, pero no tenía partidarios dentro de Navarra. Además, en el reino se mantenía Margarita de Borbón, la tercera esposa de Teobaldo I.

Margarita vindicaba la sucesión al trono de su hijo Teobaldo, que tenía catorce años a la muerte de su padre. Se había convertido de forma automática en el duque Teobaldo IV de Champaña, ya que Blanca, en Francia, no tenía derecho a suceder a su padre en el título a pesar de ser hija mayor.

Cuando Blanca de Navarra y Juan de Bretaña fueron a pedir el apoyo del rey Luis IX de Francia para sus aspiraciones sobre el reino, casi tenían perdida la partida. La jugada decisiva fue la de los ricos hombres navarros, que en poco más de cuatro meses se confabularon por Teobaldo, consultaron con Margarita, analizaron el ambiente diplomático francés, trajeron al joven Teobaldo, le hicieron jurar los fueros y le alzaron sobre el escudo en noviembre de 1254.

Pocos días después Margarita marchó a sus estados de Champaña y a París a negociar la solución de las pretensiones de Blanca. El patrocinio de Luis fue decisivo a este último efecto, y Blanca se contentó con una sustanciosa indemnización. De momento, Luis IX entró como jugador en el equilibrio de poder en el Reino de Navarra.

BLANCA DE NAVARRA Y REYES DE NAVARRA-CHAMPAÑA

05/03/2024

Escultura de Manuel Iradier en Vitoria-Gasteiz


El Monumento a Manuel Iradier está situado en el parque de La Florida de la capital vasca Vitoria-Gasteiz. Fue realizado por Lorenzo Ascasibar, en agosto de 1956. Ese mismo año, el ayuntamiento también le adjudicó una calle.

La estatua refleja a Iradier portando uniforme de explorador con algunas prendas significativas: botas altas, gorro en la cabeza, cantimplora en la cintura y lanza en la mano derecha.

Sobre el pedestal del conjunto escultórico está grabada la inscripción:
VITORIA
A SU PRECLARO HIJO
MANUEL IRADIER Y BULFY
1854-1911
ADELANTADO EXPLORADOR DEL AFRICA CENTRAL

¡VIVA EL MUNI POR ESPAÑA!

Lorenzo Ascasibar Arana es un escultor figurativo guipuzcoano. Entre algunas de sus obras se encuentran una escultura en honor a Bizente Goikoetxea, en Aramaio; el monumento al músico Jesús Guridi, en Vitoria; el retrato del beato Francisco Garate en la Universidad de Deusto, en Bilbao; el monolito en el cementerio católico de Saint Raymond, en Nueva York, dedicado al presidente J.F. Kenndy; y el monumento a Cristóbal Colón en Stamford.



Manuel Iradier y Bulfi fue un explorador y científico cuya gran obra fue la realización de varias investigaciones etnográficas, geográficas, botánicas y lingüísticas en África. Sus datos fueron publicados por la Sociedad de Africanistas y Colonistas de Madrid y por la Sociedad Geográfica de Madrid.

Gracias a las tres exploraciones de Iradier, el Tratado de Berlín de 1885 asignó a España 300.000 kilómetros cuadrados. El acuerdo con Francia de 1901 los redujo a una docena, 25.000 kilómetros cuadrados y 130.000 habitantes. Y, finalmente, una extensión de 14.000 kilómetros cuadrados de territorio, y 327 pueblos con unos 50.000 habitantes, proporcionaban a España el dominio colonial denominado como Guinea Española. Este territorio permaneció bajo la soberanía nacional hasta 1968, año en el que obtuvo su independencia y pasó a denominarse Guinea Ecuatorial.

Los relatos de Iradier se publicaron en dos tomos al poco tiempo de llegar a Vitoria de su última expedición bajo el título África. Viajes y trabajos de la Asociación La Exploradora.


27/02/2024

Cristianización del Imperio español en América por vascos y navarros


La expansión del Cristianismo por América y el sudeste Asiático fue un objetivo esencial de la Iglesia española, marcando la trayectoria durante la Edad Moderna, que constituyó un esfuerzo incluso mayor que el colonizador. 
Aquella Conquista Espiritual fue un proceso que implicó la transmisión de la cultura occidental, involucrando además de la religión, la lengua castellana y las costumbres europeas, mediante la enseñanza y el adoctrinamiento.

La Religión católica fue un elemento clave en la expansión del Imperio español y punto fundamental en su desarrollo posterior al ser la Iglesia un aliado político de los colonizadores, entre los cuales buena parte fueron vascos y navarros. Estos justificaron en todo momento sus acciones expansivas en el derecho divino y la enseñanza de la fe católica para los infieles.

La religión y la civilización fue una necesidad primordial en las poblaciones de indios salvajes que practicaban los sacrificios humanos, el canibalismo y la poligamia. Millones de indígenas tenían que ser adoctrinados en el Cristianismo para la salvación eterna, la profesión de la fe católica y la integración inmediata a los usos occidentales.

MISIONERO PROTECTOR DE INDIOS

España era, por aquel entonces, un país del Renacimiento y clarísimo exponente del Humanismo cristiano. Los eclesiásticos destinados en las tierras descubiertas se cuestionaron la labor de colonización y evangelización de aquellas tribus indígenas y denunciaron los abusos y excesos de los conquistadores ante la Corte, solicitando leyes protectoras de Indias. La Monarquía hispánica tuvo especial cuidado en los métodos y maneras de civilizar y cristianizar a aquellas gentes.

Carlos V y Felipe II fueron los principales impulsores de este proceso que tuvo como protagonistas principales a los frailes de las Órdenes Mendicantes. Estas se dedicaron a atender las carencias espirituales indígenas, a introducirles en la arquitectura, pintura, música, teatro, a la traducción de textos y el aprendizaje de lenguas indígenas. Intentaron implementar entre las tribus mesoamericanos el estilo de vida europeo con la alfabetización, la enseñanza de artes y oficios, los modos de gobierno y organización civil, leyes, urbanización occidental y la construcción de edificios de diversa índole.

Los misioneros españoles propusieron una evangelización pacífica y sin coacción alguna, desinteresada y libre de todo compromiso expansionista y explotador.

Las órdenes mendicantes fueron principalmente los Franciscanos como Martín de la Ascensión, Martín Loyola, Jerónimo de Mendieta y Juan de Zumárraga; los Dominicos como Francisco de Vitoria y Tomás de Zumárraga; los Agustinos como Andrés de Urdaneta y Andrés Aguirre; y los Jesuitas como Francisco Javier.

EVANGELIZADOR DE INDIOS EN NUEVA ESPAÑA

Ignacio de Loyola y Francisco de Javier fundaron la Compañía de Jesús, orden católica de estructura militar pero con la finalidad de difundir el evangelio y realizar una gran labor misionera y humanitaria por Europa, América y Asia.

Francisco de Javier predicó el cristianismo y realizó una gran labor misionera en la India, Japón, Filipinas y murió llegando a China. Sus cartas fueron un revulsivo en toda la Europa católica, donde impulsaron la vocación misionera de muchos hombres durante siglos.

La canonización de Francisco de Javier, en 1622, junto con su compañero jesuita y fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, además de Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri, le convirtió en un modelo de santo para la Reforma Católica, así como un referente en la actividad misionera y humanitaria en las Indias Orientales y Occidentales. Su devoción e impulso se vio incrementado en Portugal y sus colonias, gracias a que su canonización coincidió con la integración de este reino en la monarquía española durante 1580-1640.

La Compañía de Jesús se proyectó en la sociedad mediante las imágenes esculpidas o pintadas de sus dos santos, San Ignacio y San Francisco, en casi todas las iglesias y colegios católicos de España, Europa, Asia e Hispanoamérica. La importancia de la imagen del Santo navarro fue inmortalizada por pintores como Zurbarán, Murillo, Goya, Gregorio Fernández o Martínez Montañés, y su obra narrada en obras teatrales y poemas de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Guillén de Castro, y otros muchos.

JESUITA PROTECTOR DE INDIOS

Entre otros jesuitas, habría que destacar a un sobrino de San Francisco Javier, llamado Jerónimo Javier, a inicios del siglo XVII; un Ezpeleta de Beire, que predicó en el Imperio del Gran Mongol en el norte de la India; y Cipriano Barace, natural de Isaba, que evangelizó el norte de Bolivia y sufrió martirio en 1702

También el capitán Juan de Ancheta, natural de Urrestilla, cerca de Azpeitia, fue miembro de la Compañía de Jesús, llamado Apóstol del Brasil, el cual, después de haber escrito muchas y excelentes obras, murió en Reritiva, Alden del Brasil, en 1607. Está sepultado en la Ciudad de la Bahía, y declaradas sus virtudes en grado heróico por el Papa Clemente XII en 1736.

Pedro de Rentería encabezó, junto a Montesinos y a De las Casas, la causa protectora de los indios. Llegó a planear la fundación de un colegio donde se recogería a los niños indígenas, poniendo a su disposición todos sus bienes de una manera efectiva.

A esta defensa del indígena por Pedro de Rentería le seguirían otros eclesiásticos vascos y navarros: las de fray Juan de Zumárraga y fray Jerónimo de Mendieta, en México; la del licenciado Alonso de Zuazo, primero en Santo Domingo y después en Méjico, expulsado en ausencia de Cortés; y las de Martín Ruiz de Gamboa y de Alonso de Ercilla, en Chile.

Entre los franciscanos vascos destacaron Zumárraga, Berascola y Mendieta.

Juan de Zumárraga, franciscano natural de Durango, fue nombrado primer arzobispo de México y protector de indios, en 1527. Fue uno de los primeros defensores de los derechos de los indios contra los abusos y el esclavismo de los colonizadores, y llega a cuestionarse la licitud de la conversión de los indios y de la presencia española en América. Redactó uno de los primeros documentos clave en la historia de la defensa de los derechos humanos y tuvo un papel capital en el inicio de la castellanización de los indios.

Realizó bautismos colectivos de indios, la fundación de la catedral de México, del hospital del Amor de Dios, y de la primera imprenta que hubo en México y en toda América, con la edición de la Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana, e inició gestiones para la creación de la universidad y de colegios para la formación y enseñanza de los naturales en lengua castellana.

Protomártir de Georgia fue hecho fray Francisco de Berascola, franciscano natural de Gordejuela (Vizcaya), murió en 1599 junto a varios misioneros y soldados por una rebelión de nativos indios en el virreinato de la Florida. 

Otro franciscano, natural de Vitoria, fray Jerónimo de Mendieta, escribió una de las primeras crónicas del Nuevo Mundo conocidas.

MISIÓN HUMANITARIA EN AMÉRICA

En Japón, más tarde que San Francisco de Javier, destacó el mártir San Martín de la Ascensión, sacerdote de la Primera Orden de los Hermanos Menores. Martín de Aguirre realizó sus primeras misiones en México en 1585, más tarde fue trasladado a Filipinas y terminó en Japón donde desempeñó, gran actividad apostólica y asistencial en Meaco, luego en Osaka, donde fue guardián. Recorrió junto a jesuitas y terciarios franciscanos ciudades y regiones entre suplicios de diverso género y recepciones triunfales por parte de cristianos y paganos, hasta ser perseguidos y crucificados, siendo este hecho mártir y santo. A pesar de la dureza de la persecución contra la Iglesia, desencadenada por instigación de los bonzos, no se cerró la época de la asombrosa difusión del Cristianismo en el Japón.

Juan de Palafox fue fiscal del Consejo de Indias y obispo de Puebla de los Ángeles (México) en 1640. En 1642 es nombrado arzobispo de México y virrey de Nueva España. Fue un estudioso de problemas sociales y asuntos sobre los indios de Nueva España. Realizó obras de carácter polémico, como su De la naturaleza y virtudes del indio(1650), y emprendió una profunda reforma de las órdenes religiosas.

Entre los capuchinos destaca el caso del pamplonés Tiburcio de Redín y Cruzat, que llegó a ser mariscal de campo en los Ejércitos españoles y gobernador general de la Armada, y más tarde misionó en el Congo y en Venezuela.

El alavés Pascual de Álava fue el primero en predicar en China, tras en los infructuosos intentos del navarro Martín de Rada.

En las Indias Orientales, a finales del siglo XVI, frailes agustinos anónimos dieron nombres navarros a nuevas poblaciones en las islas Filipinas, como Cárcar o Tudela.

Uno de los obispos más célebres de las islas Canarias es el jerónimo Juan de Alzolaras, que fue predicador ordinario del emperador Carlos V, uno de los calificadores de las proposiciones del arzobispo de Toledo, el navarro Bartolomé Carranza. Tomó posesión de su iglesia de Canarias en 1569, y el año siguiente autorizó la solemne dedicación de la catedral de Santa Ana, en la cual fue enterrado cuatro años después.

MISA EN EL VIRREINATO

La primera iglesia sobre el actual territorio de los Estados Unidos fue fundada por los misioneros que iban con Juan de Oñate, en San Gabriel. Fray Antonio de Arqueaga construyó la iglesia de San Antonio de Senecu, en 1629. Por este tiempo se construyó también la de Picuries, en las montañas del norte, y en ella fue enterrado fray Ascensión de Zárate. Este religioso, en su informe de 1630, hizo un censo de la población, pueblos y misiones. Una expedición tardía fue la del capitán Juan Bautista Anza a las Montañas Rocosas, en 1779.

En 1717, el misionero Juan de Ugarte, continuador de la obra del padre Salvatierra, enseñó la agricultura a los indios de la Baja California.

La aportación de vizcaínos y navarros es visible también en la jerarquía eclesiástica de los territorios americanos y filipinos. Siguiendo los mismos pasos que en la península: presencia puntual en el siglo XVI, crecimiento en el siglo XVII y abundancia en el siglo XVIII, hasta alcanzar las sedes más importantes de América: Méjico, Santo Domingo y Bogotá.

Por debajo de los obispos y arzobispos, hubo un importante número de arcedianos, capiscoles, maestrescuelas y simples canónigos en muy diversas catedrales de las Indias. Estas carreras no sólo se apoyaron en el mérito personal, sino también en el apadrinamiento del círculo familiar.

Destacaron entre otros el alavés Juan Antonio de Viana, obispo de Caracas, en 1792, en el Virreinato de Nueva Granada. El vizcaíno Manuel de Mollinedo, natural del valle de Mena (aunque algunas fuentes lo consideran en Madrid), fue obispo de Cuzco en 1670 y gran promotor de las artes en su diócesis. El baztanés Martín de Elizacoechea fue obispo de Durango entre 1736 y 1745 y de Valladolid de Michoacán entre 1745 y 1756, en el Virreinato de la Nueva España.

EVANGELIZACIÓN EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

23/02/2024

Mudéjares navarros de la Tudela medieval


Algunos autores le atribuyeron un origen romano de Tudela por la etimología de Tutela (protección), pero se ha comprobado su fundación en el año 802 por el walí Amrús Ibn Yasuf por orden del emir Al-Hakam I, aunque tal vez aquella fue la fecha de su fortificación.

Tras la pérdida del Reino hispano-visigodo, Tudela constituyó una posición estratégica para la dominación árabe del valle del Ebro, contando con mezquita mayor, zoco y una población superior a la de Pamplona. Desde el comienzo de la Reconquista, quedó vinculada a la dinastía de los Banu-Qasi, descendientes del noble visigodo Casio (Banu-Qasi significa hijos de Casio), que se convirtieron al islam tras la conquista para mantener su poder.

Tiempo después, el nieto de Casio, Musa ibn Fortún se casó con Oneca, que era la madre viuda de Íñigo Arista, engendrando al más reputado miembro de la saga: Musa ibn Musa. Este no solo era hermanastro de Arista, sino que además se casó con su hija Assona Íñiguez, convirtiéndose en su yerno. Una complicada relación parental entre godos, vascones y musulmanes cuya finalidad era la de establecer apoyos políticos. Este Musa II, llamado "el moro Muza", posee un busto en su memoria en la plaza del Mercado Viejo, obra de Antonio Loperena.

Musa II estableció y rompió alianzas con el Reino de Asturias, con el de Pamplona, con francos y con el Califato cordobés de los Omeyas, guerreando y pactando en todos los frentes según su interés. Terminó independizándose del recién proclamado Emirato de Córdoba en 840, y fue llamado por cronistas de la época "Tercer rey de España", ya que dominaba la Marca Superior de Al-Ándalus.

PLACA Y BUSTO DE MUSA IBN MUSA EN TUDELA

Tudela fue reconquistada por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y de Navarra. Desde entonces, muchos reyes de Navarra mostraron su preferencia por Tudela como sede y corte real debido al clima, la necesidad de defenderla de Castila y Aragón, o el dominio del obispado sobre Pamplona que tanto les incomodaba. El más notable fue Sancho VII el Fuerte, quien falleció sin descendencia pues su único hijo varón, el infante Fernando murió al caerse de un caballo durante la cacería de un oso, y está enterrado a la entrada del claustro de la catedral de Tudela.

Tanto los musulmanes como los judíos formaron parte esencial del tejido social y productivo del Reino de Navarra. Eran considerados súbditos del rey, con excepción de unos pocos musulmanes, que eran dependientes de la Orden del Temple. Por tanto, tras la Reconquista de las tierras navarras, los musulmanes que sirvieron a los Banu-Qasi del valle del Ebro y a los Omeyas de Córdoba, pasaron a considerarse mudéjares: musulmanes que vivieron en convivencia con los navarros cristianos. La palabra "mudéjar" deriva del vocablo árabe mudayyan, que significa "vasallo" o "sometido".

Estos mudéjares vivían en sus propios barrios, separado del cristiano y del judío, había veinte principales: la primera la de Tudela, luego Cadreita, Valtierra, Murchante, Monteagudo, Ablitas, Cortes, etc. Tenían derecho a la práctica de sus ritos religiosos y pagaban tributos. Quizás los mudéjares tuvieran un mayor nivel de consideración social que los judíos, por estar garantizados por las capitulaciones que se firmaron en la reconquista por Alfonso I.

A mediados del siglo XIII, durante los reinados de los Teobaldos de Champaña, la población de Tudela era la más numerosa. Con algo más de 7.000 habitantes en todo el reino, unos 2.500 eran mudéjares y 1.000 eran judíos. Contaba con 1.400 familias, de las que 150 eran mudéjares y 300 judías.

La comunidad mudejar ya estaba muy asentada en el territorio de la Ribera del Ebro y zonas de riego del Reino de Navarra antes de su reconquista y después. Eran la espina dorsal de la explotación agraria, cultivaban cereales, viñedos, hortalizas y frutas. Se dedicaban a todas las artesanías y labores relacionadas con la agricultura: aperos, molinos, tejidos, cueros, herrajes, hornos, etc. Los mudéjares tenían sus capitulaciones garantizadas por el Fuero General y los amejoramientos.

PALACIO DECANAL DE TUDELA

19/02/2024

Señores de Vizcaya, Caballeros de Castilla, por Antonio Villanueva Edo


SEÑORES DE VIZCAYA CABALLEROS DE CASTILLA

Señores de Vizcaya, Caballeros de Castilla
Antonio Villanueva Edo, Editorial Rocabolsillo, (2008), 320 páginas

En la segunda mitad del siglo XIII, el Reino de Castilla vive una etapa convulsa. La constante amenaza musulmana, los enfrentamientos por el poder o la codiciosa lucha de la nobleza por aumentar sus privilegios se entremezclan con las inevitables intrigas palaciegas.

En este entorno, los regentes de la Casa de Haro, señores de Vizcaya, forman la casta nobiliaria más poderosa del Reino de Castilla y ocupan los puestos más importantes; por ello, se verán inmersos en una trama política que oscila entre su codicia y su lealtad.

Lope Diéguez de Haro, cuya ambición causará su propia ruina, y Diego López de Haro, hijos herederos del señorío de Vizcaya, tienen que lidiar con las guerras que se dan en el campo de batalla, pero también con las que se dan fuera de él, quizá aún más peligrosas. 

Antonio Villanueva Edo recorre a través de las vidas de Diego, fundador de la villa de Bilbao, y Lope, señores de Vizcaya, los acontecimientos públicos de los que rigieron el devenir de los reinos de España, pero también indaga sobre lo que se escondía detrás de lo aparente.
"La ambición se ha apoderado de los nobles, los caballeros y aun de los prelados. Es la ambición por la posesión, por el poder, lo que se está enseñoreando de Castilla y de todos los reinos de España, sean moros o cristianos. Ya nadie es fiel."

13/02/2024

Juan Bautista Villarreal Gamboa de Bérriz


Matemático y humanista, secretario del consejero real de Juan de la Cerda en Nápoles y en Madrid, precursor del movimiento pre-ilustrado de los novatores, y promotor de tertulias científicas en la Torre Uriarte de Lequeitio a inicios del siglo XVII

JUAN BAUTISTA VILLARREAL GAMBOA DE BÉRRIZ

Juan Bautista de Villarreal Gamboa de Bérriz era natural de la guipuzcoana villa de Arrasate-Mondragón, donde nació en 1655, aunque otras fuentes sitúan su origen en la vizcaína Gámiz.

Pertenecía a una familia nobiliaria de la aristocracia vasca, con familiares involucrados en las estructuras del Imperio español. Su padre fue Pedro de Villarreal y Gamboa, señor de Bérriz, que guardaba poderosas relaciones con aristócratas de España, especialmente con la casa Medinaceli, lo que le facilitó la entrada de sus hijos en diferentes espacios elitistas muy ligados al gobierno de la Monarquía de Carlos II, además de disfrutar de importantes posiciones en el Señorío de Vizcaya. Su hermanastro Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz fue el ingeniero industrial más importante de su tiempo en las tierras vascas.

A la edad de quince años fue enviado a los Estados de Flandes, para servir como paje al conde de Fernán Núñez, durante algunos años. En 1682, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago.

Tras regresar, sirvió también como paje del marqués de Cogolludo, Luis Francisco de la Cerda, establecido en Madrid. En 1695, este aristócrata fue nombrado virrey y capitán general del Reino de Nápoles los últimos años de reinado de Carlos II de Habsburgo, siendo ya duque de Medinaceli. Villarreal tuvo que acompañarle en su nueva aventura italiana con el cargo de camarero mayor.

LUIS FRANCISCO DE LA CERDA

Durante su estancia en la ciudad italiana, estableció relaciones de amistad y cooperación con diversas personalidades como Tirso González, general de la Orden jesuita; Carlo Colonna, cardenal y mayordomo del papa Inocencio XII; Bonaventura Poerio, arzobispo de Salerno y general de la Orden franciscana; José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte.

Pudo adquirir grandes conocimientos en matemáticas, filosofía natural y moral, siempre con la vista en su aplicación práctica. Fue muy partícipe de las tertulias científicas organizadas por el virrey en la Corte napolitana, que le permitió adquirir las ideas más novedosas de su tiempo.

Redactó manuscritos sobre una amplia variedad de cuestiones: matemáticas, geométricas, náuticas, naturales; algunos de ellos fueron escritos en italiano o en latín. Con el tiempo, fue reconocido y elogiado por sus estudios en ciencias exactas.

Llegó a aprender varios idiomas convirtiéndose en un verdadero humanista y políglota: las lenguas cultas latín y griego, las lengas vernáculas italiano, francés y alemán, además de las maternas español y eusquera.

Junto a Luis de la Cerda, admitido en la Academia de la Arcadia (o de los Arcades), prestigioso círculo intelectual e institución literaria fundada en Roma en 1690 para combatir el predominio cultural del Barroco a través del fomento de un nuevo movimiento estético llamado Clasicismo.

ACADEMIA DE LA ARCADIA EN ROMA

En 1702, el virrey Luis de la Cerda fue apartado del cargo napolitano por orden del gobierno de la dinastía entrante en España, la de la Casa de Anjou. El cargo de virrey de Nápoles pasó a Juan Manuel Fernández Pacheco de Acuña, duque de Escalona y marqués de Villena, entre los años 1702 y 1704 a quien Villarreal le dedicó alguna de sus obras.

Se estaba desarrollado la Guerra de Sucesión entre 1700 y 1714. Al igual que ambos virreyes napolitanos, De la Cerda y Pacheco de Acuña, Villarreal defendió los intereses de Felipe V de Borbón para consolidarse en el trono español, frente a los del archiduque Carlos de Austria.

Una vez en la Corte de Madrid, el duque de Medinaceli fue nombrado ministro del gobierno de Felipe V, mientras que Villarreal siguió formando parte de su equipo de trabajo, en el que también estaba Juan Vélez de León. Sin embargo, la carrera burocrática de Luis de la Cerda terminó en 1708, cuando manifestó su descontento por la intromisión de Luis XIV en los asuntos políticos de su sobrino Felipe V, convirtiendo a España en una potencia subordinada a Francia.

En 1710, el duque de Medinaceli, Luis de la Cerda desveló a los ingleses los planes secretos para pactar una tregua entre las Provincias Unidas y Francia. Fue descubierto, arrestado, juzgado y encarcelado en el alcázar de Segovia, luego en Fuenterrabía, y finalmente en Pamplona, donde murió. Curiosamente, quien ordenó el arresto fue un aliado y amigo de la casa de los Villarreal de Bérriz, Juan de Idiáquez, sargento mayor de las Guardias Reales. Su hermano, el secretario real Antonio de Idiáquez y Eguía, había concedido un contrato por asiento al ingeniero industrial Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, hermanastro de Juan Bautista Villarreal Gamboa, para la fabricación y venta de armas en 1705, muy necesarias para ganar la guerra.

BATALLA DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA

En abril de 1716, ya terminado aquel conflicto, Villarreal Gamboa fue enjuiciado por acompañar al archiduque Carlos de Austria a Barcelona, durante el levantamiento que se produjo en la ciudad condal a favor del pretendiente de la Casa de Habsburgo en 1714. Lo hizo por una solicitud del conde de Gálvez, sin embargo, durante la sublevación del 11 de septiembre, prefirió refugiarse en la Colegiata de Santa Ana, siendo no beligerante en la lucha, y tampoco huyó a Viena junto a los seguidores de Carlos III.

En julio de aquel año, consiguió la absolución de sus acusaciones, y tras quedar en libertad decidió instalarse en la Torre-palacio Uriarte, en Lequeitio, junto a Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz. Comenzaba una etapa de erudición y difusión científica.

El hecho de haber asistido a reuniones de eruditos y matemáticos en Nápoles, Roma o Madrid, posiblemente impulsó a Villarreal a organizar una serie de tertulias científicas en la Torre Uriarte, junto a su hermanastro Pedro Bernardo, entre los años 1716 y 1729. Además, mantuvo la relación con otros eruditos italianos o madrileños para intercambiar ideas y conocimientos, como fueron Agostino Ariani o Francisco Navarro de los Arcos.

Lo que estaba moviendo a los hermanos Villarreal para establecer aquel círculo de erudición en Lequeitio fue la aplicación práctica de los nuevos conocimientos matemáticos y geométricos que se estaban produciendo en Europa para resolver problemas en la construcción barcos, en la navegación de alta mar, en la fabricación de productos de hierro y acero, en la canalización de ríos y presas, etc.

Aquel grupo de ingenieros, médicos, armadores, constructores navales, arquitectos o artistas fue conocido con el término de novatores. El fenómeno novator vasco que lideraba Juan Bautista de Villarreal desde la Torre Uriarte en Lequeitio fue el preludio y antesala al movimiento de la Ilustración que promovió Javier de Munibe desde el Palacio de Insausti en Azcoitia décadas después.

TERTULIA CIENTÍFICA DE NOVATORES EN LA TORRE URIARTE

La filosofía científica de Villarreal se basaba en el estudio de las ciencias exactas para su aplicación práctica en la resolución de un problema real. Una visión pragmática, práctica y utilitarista del conocimiento y un enfoque geométrico-mecanicista del Mudo, de ascendencia cartesiana, que chocaba con el tradicional estudio universitario, que era más teórico, especulativo, y escolástico.

Como prueba de este enfoque práctico fue la adquisición de varios instrumentos de observación astronómica e investigación científica: telescopios, anillos astronómicos, lentes astronómicas, microscopios, cajas ópticas, lentes de refracción, espejos oscuros, planisferios, relojes de sol, higrómetros, niveles, pantómetras, cartografías, útiles de geometría, y muchos objetos de medición innovadores. La mayoría de los instrumentos científicos, al igual de muchos libros y tratados, fueron adquiridos durante su etapa en Italia y guardados en alguna sala de la Torre Uriarte para su ensayo y muestra a los contertulios. Los telescopios y microscopios fueron comprados al prestigioso constructor romano Giuseppe Campani.

Compartía con su hermanastro una amplia biblioteca sobre matemáticas y geometría, ingeniería, historia y política. Muchos estaban escritos en italiano, siendo los más apreciados por los contertulios, aunque también en español y francés.

En mayo de 1729, murió en Lequeitio, dejando como heredero universal a su hermano, el señor de Bérriz. En la actualidad, el Archivo de los Manso de Zúñiga ubicado en la Torre Uriarte conserva numerosos datos y referencias biográficas sobre Juan Bautista Villarreal Bamboa.

TORRE-PALACIO URIARTE EN LEQUEITIO