30/01/2017

Vasconia en el Reino de Asturias


El Reino de Asturias surgió de la reacción que el hispano-visigodo Pelayo efectuó en Cangas de Onís ante la actuación del gobernador musulmán de Gijón. Este magnate supo reunir bajo su mando a un grupo de refugiados godos e hispanos con los que contó para resistir en la victoria de Covadonga en el año 722.

El primer rey de Asturias fue Alfonso I, hijo de Pedro, duque de Cantabria, y de Ermesinda, hermana del conde de Oviedo, Favila, y nieta de Pelayo. El primer rey astur aprovechó el abandono de las posiciones bereberes en el valle del Duero para efectuar una serie de exitosas campañas que le llevaron hasta las cercanías de la cordillera Central. Aunque tuvo que replegarse al norte ante la falta de gentes para repoblar el suelo tomado.

Su reino controlaba los territorios de las Primorias (Cangas de Onís), Asturias, Liébana, Trasmiera, Sopuerta, Carranza y las Vardulias (primitiva Castilla), que fueron repobladas no sólo con sus naturales sino con gentes que huían de los invasores islámicos desde posiciones más al sur. Otras regiones de su reino no necesitaron este aporte humano, pues siempre estuvieron pobladas por sus naturales: Álava, Vizcaya, Ayala, Orduña, y limitando con el Condado de Pamplona las villas de Deyo y Berruela.

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REINO DE ASTURIAS (SIGLOS VIII-IX)

La primera referencia sobre Álava se escribió durante el reinado de Fruela I, quien sucedió a su padre en el año 757. Tuvo que reprimir varios alzamientos de los condes locales, gallegos y alaveses, que tenían una amplia autonomía. Su matrimonio con una mujer vascona, Munia, puso fin a las disputas.

La noticia sobre los vascongados, que se encuentra en las Crónicas de Alfonso III, es muy escueta: "Uascones reuelantes superauit". El término "reuelantes" siempre se refiere a las subversiones interiores que sucedieron en el Reino astur y que tuvieron su fundamento en ambiciones personales y no en pretensiones étnicas. A la inversa, tal expresión nunca se utilizó para identificar los conflictos entre reinos. La importancia de la cita está en que es la primera vez que el etnónimo "vascones" o "Vasconia" aparece en España referida a un territorio fuera del ámbito navarro.

En las décadas siguientes, los vascongados participaron activamente en las disputas por el trono real. Así, cuando Alfonso II fue derrocado por Mauregato, en 783, tuvo que abandonar Oviedo y refugiarse entre sus parientes maternos: los vascongados. Una vez recobrado el trono, se dedicó a defenderse de los ataques que el Ejército de los Omeyas cordobeses realizaron por constituir el principal exponente de la resistencia cristiana. Durante los años de su reinado, entre los años 791 y 841, los territorios de Álava y Castilla sufrieron las aceifas musulmanas en una docena de ocasiones, ya que la calzada romana que seguía el valle del Ebro era una vía de entrada despejada para las incursiones militares.

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REINOS PENINSULARES (SIGLO IX)

En 850, Ordoño I tuvo que hacer frente a una sublevación de los alaveses, que contaban con el apoyo de los Banu Qasi, según quedo escrito de manera escueta en la Crónica de Alfonso III: "prouincie Uasconie ei reuellauir". La calificación de "prouincie" indica  la situación administrativa del territorio con respecto al Reino astur.

Durante el reinado de Alfonso III, entre los años 866 y 910, las relaciones con los vascongados de Álava sufrieron encuentros y tensiones. La Crónica Albeldense recoge que el rey asturiano tuvo que hacer frente en dos sublevaciones: "Uasconum feritatem bis cum exercitu suo contriuit atque humiliauit". La Crónica de Sampiro ampliaba la información de la primera de estas rebeliones, efectuada en el año 868, explicando que no hubo un enfrentamiento bélico, sino que los insurrectos mostraron vasallaje al rey cuando comprobaron la superioridad de sus fuerzas. Álava se instituía como un condado, cuyo conde era un representante regio en la zona que estaba apoyado por magnates locales.

Bajo el nombre de Vela Jiménez aparece el conde de Álava, en el año 882, rechazando a los musulmanes ante los muros de la fortaleza de Castro Cellórigo (La Rioja) y colaborando con Diego Rodríguez, conde de castilla, en la defensa de la fortaleza de Pancorbo (Burgos).

PLACA CONMEMORATIVA DE LA BATALLA DE CEROLLIGO

Vizcaya no aparece referenciada en los textos, salvo en la Crónica de Alfonso III. Su territorio se extendía en los siglos IX y X entre las cuencas de los ríos Nervión y Deva y estaba supeditada al Condado de Álava por ser esta una región de mayor importancia estratégica para el Reino asturiano. Era un territorio secundario con una baja densidad poblacional y una economía dedicada a la ganadería bovina y a la pesca fluvial. Las incursiones normandas obligaron a sus gentes del litoral a guarnecerse en las montañas interiores.

No obstante, la estructura administrativa del Reino astur se extendía con seguridad por tierras vizcaínas y en las primeras décadas del siglo X ya aparecía identificado uno de sus señores Monnio de Vizcaya. Era un magnate vinculado personalmente a Pamplona por su matrimonio con la hija de Sancho I Garcés Velasquita.

La situación de Guipúzcoa durante los siglos IX y X es prácticamente desconocida. De hecho, su primera mención data del año 1025, pero basándose en datos eclesiásticos se comprueba que estas tierras estuvieron vinculadas en al ámbito religioso a la diócesis de Dax y posteriormente, a partir de 830, a la de Bayona, con lo que habría que especular con una inclusión al Reino franco, quizás desde tiempos visigodos. La pérdida de la influencia carolingia en la zona durante el siglo IX dejó el terreno libre a Asturias y Pamplona.

A pesar de la carencia de fuentes, no parece sostenible la existencia de una entidad política independiente en la zona. En un documento del año 893 del monasterio de San Julián de Labasal, donde se enumeran las entidades político-territoriales de la zona, no aparecía recogida su presencia. Al igual que en Vizcaya, la población se desplazó hacia el interior ante los ataques normandos, lo que ocasionó la fundación de villas en los valles interiores como Vergara, Hernani y Oyarzun, que empezaron a ser citados en la documentación del Reino pamplonés.

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MAPA NOROESTE PENINSULAR HASTA EL SIGLO X

29/01/2017

Juan de Echeverri y Rober


Capitán general de la Armada de la Guardia de la Carrera de Indias del siglo XVII en 1650, 1653, 1656, 1659 y 1661, que redactó varios tratados sobre marina y náutica como Discurso sobre el estado de la Marina en España

JUAN DE ECHEVERRI Y ROVER

Juan de Echeverri y Rober nació en San Sebastián, en 1609. Su hermano fue el almirante de flota Jacinto Antonio de Echeverri, y su padre Domingo de Echeverri y Zelandaia, que fue secretario del rey Felipe III, superintendente general de fábricas de navíos y plantíos de las provincias de Guipúzcoa y alcalde de Ezquioga.

Demostró desde joven una gran vocación por la marina y, siguiendo los pasos de su padre, ingresó como soldado raso.

Comenzó a servir en las Armadas de las Indias y Océano, con diferentes empleos, en 1628, durante la Guerra de los Treinta AñosLuchó en siete combates marítimos, en tres batallas en tierra y en otros sucesos particulares de mar y tierra, contra los enemigos de España, demostrando en todos una aventajada reputación por su valor. Se distinguió especialmente en los combates de la Marmora y de Orbitello, y en la recuperación de Salses, así como en enfrentamientos directos con el holandés Folls, conocido como "Pie de palo".

Tras el Tratado de Westfalia de 1648, había conseguido los grados militares de capitán de Armada y de gobernador de Tercio de Infantería. Pero su destino iba a estar a bordo de los galeones de la Carrera de Indias para conducir caudales a partir de 1650 hasta su muerte.

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COMBATE DE LA MARMORA Y ESCUDO DE ARMAS DE ECHEVERRI

Su primer viaje como capitán de galeón de la Armada Real de la Guarda de la Carrera de Indias fue en 1650, con cuyo tesoro y flotas de Tierra Firme y de la Nueva España entró de vuelta en Cádiz el 18 de enero de 1651, recibiendo el elogio del rey Felipe IV.

En 1652, mandó una de las divisiones de la Escuadra de Dunkerque que batió a la escuadra francesa durante el sitio de La Rochela.

Ese mismo año 1652, ya era almirante general de la Armada del Océano, y año siguiente capitán general de la Armada de la Guarda de la Flota de Indias, partiendo desde Cádiz y volviendo en julio de 1654 con la Armada de la Guarda y las Flotas de Tierra Firme y dos desde la Nueva España.

Por orden del presidente del Consejo de Indias, el conde de Peñaranda, en octubre de 1655, Echeverri recibió de nuevo el mando de la Armada de la Carrera de Indias, con motivo de un enfrentamiento bélico con Inglaterra. Entonces, consiguió que se aumentase el número de galeones, pataches y bajeles de guerra de la Armada de Guardia y Custodia para proteger a los galeones mercantes de la Flota, dada la importancia del tesoro que había de conducir. El 3 de junio de 1656, partió desde la bahía de Cádiz con 43 embarcaciones en total que formaban la Armada de Guarda y la Flota Mercante, distribuyéndola en grupos de 4 y 5, y logrando hacer su tercer viaje sin contratiempos.

En julio de 1659, rechazó encabezar otro viaje por su delicada salud. Pero dejó organizada la armada en Cádiz antes de permanecer un tiempo en Santander, reponiéndose de su deteriorado físico.

La Corte estaba apreciando su enorme valía y habilidad en el arte de navegar, y revalidó su cargo de capitán general de la Armada de Galeones a Tierra Firme, en diciembre de 1660, por petición del rey:
"... que habiendo necesidad de hacer un viaje a las Indias que la falta de recursos obligaba a que este viaje lo hiciesen las personas más beneméritas y prácticas en la navegación y de la mayor estimación de Su Majestad, le rogaban aceptase aquel cargo e hiciese él el viaje."
Era ya el cuarto viaje americano que había realizado con éxito. Su relevante trayectoria de servicios para la Monarquía fueron recompensados en 1661 con el título nobiliario de conde de Villalcázar de Sirga y marqués de Villarrubia a través del matrimonio con una aristócrata andaluza, y consiguió ser de caballero de la Orden de Calatrava y caballero de la Orden de Santiago, por méritos propios.

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ARMADA DE LA CARRERA DE INDIAS Y ESCUDO DE ECHEVERRI

Hasta el momento Juan de Echeverri había hecho cuatro viajes a las Indias y traído nueve cargamentos. Ahora tenía la difícil misión de efectuar con éxito la malograda expedición del capitán Pablo de Contreras, que hundió varias embarcaciones de la Carrera de Indias unos meses antes a causa de un fuerte temporal.

A fines del año 1661, Juan de Echeverri recibió el encargo por petición real de hacer un quinto viaje a las Indias, con el cargo de capitán general de la Armada de Guardia de la Carrera de Indias, bajo promesa de que a su regreso se le otorgaría el título de Grandeza de España.

Zarpó de la bahía de Cádiz rumbo a Tierra Firme en el que sería su último viaje transatlántico, porque a unas 100 millas de la costa le sobrevino la muerte a causa de enfermedad, el 16 de noviembre de 1662.

Con tan triste motivo, toda la flota estuvo detenida tres días en el sitio donde falleció, debatiendo si seguir o regresar para darle cristiana sepultura. Al final, se realizaron los honores correspondientes a su persona y empleo, con salvas de artillería, y produciendo su pérdida unánime y profundo sentimiento en toda la tripulación, siendo su cuerpo arrojado al mar.

Su muerte produjo una gran desgracia para su patria, como lo demuestra la carta que el rey envió a su hija, como también escritores y poetas se ocuparon de dicha desgracia. La carta que Carlos II le envió dice así:
"Por la carta de la Marquesa de Villarrubia, vuestra madre, he entendido del fallecimiento del Conde de Villalcázar de Sirga, vuestro padre, de que me he desplacido por haber fallecido un tan buen vasallo y he holgado de que vos hayan subcedido en su lugar, teniendo por cierto que me serviréis con el afecto y celo que él lo hizo y sus antecesores."

Durante sus 34 años de servicios militares a la Monarquía hispánica había realizado 5 trayectos completos en la Armada Real de la Guarda de la Carrera de Indias, 3 de ellos como almirante general, trayendo cuantiosos tesoros, reglamentando el servicio de las naves, y organizando las tripulaciones, como no lo habían realizado hasta entonces, sin capitulaciones ni contratiempos de importancia.

Fue autor de las instrucciones generales para la navegación y combate, y otros trabajos de igual género. Por sus cualidades excepcionales se ganó la estimación de sus subordinados y el aprecio de sus superiores. Escribió Orden general de Escuadra sobre saludos, Discurso sobre el estado de la Marina en España y Relación del dinero empleado en Tierra Nueva; y diversos discursos sobre la construcción de buques.

La obra Instrucciones para la navegación y el combate fue publicada por su hermano Juan Domingo de forma póstuma.

La otra obra con el largo título Para que con el favor de Dios Nuestro Señor, este presente viaje se proceda con todo acierto, y el principal de su santo servicio se consiga, y en el de S. M. los efectos que se desean, guardaran el Señor Francisco Martínez de Granada, almirante de esta flota, capitanes y cabos de ella, las ordenes siguientes. Contiene cuarenta y cinco artículos también fue publicada tras su muerte en 1662, pero por su hermano Jacinto Antonio.

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GALEÓN DE LA CARRERA DE INDIAS DEL SIGLO XVI


28/01/2017

Hermandad marítima de las Marismas


La Hermandad de las Marismas fue una federación de los principales puertos del Cantábrico que formaron un poder naval de primer orden al servicio de Castilla, manteniendo autonomía en sus relaciones comerciales internacionales, y en algunos casos, llegando a enfrentamientos bélicos con franceses e ingleses. Surgió ante la creciente importancia e influencia de los puertos del Cantábrico que monopolizaron el comercio exterior de Castilla y proveyeron de barcos y marinos que dieron a este Reino la hegemonía en el Atlántico.

La primera asociación organizada entre puertos del Cantábrico fue la Hermandad de las Cuatro Villas, formada por Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera.

A esta agrupación de villas de la costa cántabra se unen en 1296 las villas costeras vascas más Vitoria para defender sus intereses comunes, dando origen a la Hermandad de las Villas de la Marina de Castilla o Hermandad de las Marismas. La forman Santander, Laredo, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera, Bermeo, Guetaria, San Sebastián, Fuenterrabía y Vitoria.

La sede central se estableció en Castro Urdiales, donde tres delegados firmaban los documentos de la asociación con un sello que representaba un castillo sobre las olas y la leyenda "Seello de la Hermandat de las villas de la marina de Castiella con Vitoria".


La finalidad de la Hermandad era defender sus intereses comerciales y derechos municipales frente al poder del rey, que habían ganado por su participación en las campañas de la Reconquista de Andalucía. Fue utilizado, además, como un medio para evitar conflictos entre los puertos cántabros en sus relaciones comerciales con Francia, Inglaterra y Flandes. Viene a ser una organización similar a la famosa Liga Hanseática.

El poder y la autonomía de esta hermandad era tal que legislaron sus litigios particulares entre sí y pactaron acuerdos comerciales o de paz y guerra con otros puertos de otros reinos, incluso se permitían establecer pactos con los reyes de Inglaterra. Si bien los puertos estaban sujetos a la autoridad real, en el mar, los barcos de la Hermandad gozaban de una amplia libertad e independencia. Pero a pesar de esta libertad y autonomía, los convenios firmados por la Hermandad con poderes extranjeros los gestionaron como una entidad autónoma dentro de la Corona de Castilla, nunca como un Estado independiente.

Los marinos guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos, integrados junto a sus vecinos cántabros en la Hermandad de las Marismas, mantuvieron relaciones comerciales con Flandes y tuvieron constantes enfrentamientos con los comerciantes de Bayona, llegando muchas veces a saqueos y enfrentamientos armados.

Para conseguir sus objetivos, la Hermandad intervenía y se defendía en el mantenimiento de los privilegios de cada una de las villas, el respeto de los acuerdos internacionales de Castilla, la búsqueda de soluciones en lugar neutral a los conflictos que se presenten entre las villas de la Hermandad, y la defensa mediante represalias contra quien ataque a sus miembros y a pagar entre todas los daños injustos que se puedan causar por defender los derechos pactados.

Esta autonomía y libertad de los puertos cantábricos no sólo fue realizada respecto a Castilla, sino también respecto a las Juntas Provinciales de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava.

BATALLA NAVAL DE LA ROCHELLE (1372) DE LA GUERRA DE LOS 100 AÑOS

Entre sus acciones más notables se encuentran los continuos enfrentamientos entre los navíos de la Hermandad y los ingleses de Bayona:

En 1296, los tutores de Fernando IV quisieron imponer a estas villas un tributo del cual estaban exentas, lo que originó una reunión en Castro de las referidas villas, constituyendo la Hermandad de la marina de Castilla con Vitoria.

En 1311, los comisarios de Castro Urdiales, Laredo y Santander firmaron en Fuenterrabía un acuerdo de paz con los de Bayona y Biarritz, sólo entre dichos puertos.

El mismo acuerdo se aprobó en 1328 entre estas dos ciudades francesas y San Sebastián.

Entre 1338 y 1339, la Hermandad facilita barcos a Felipe V de Francia en su lucha contra los ingleses durante la Guerra de los Cien Años.

Finalmente, en 1351, la Hermandad firma un acuerdo de paz con Eduardo III de Inglaterra en el puerto de Swyne.

Por un pacto directo entre la Hermandad y el rey Eduardo IV de Inglaterra formalizado en 1473, navíos de la Hermandad combaten en aguas de Inglaterra en la Guerra de las Dos Rosas.

En 1481 ofrece al contador Alonso de Quintanilla naves para la empresa contra el turco.

En 1536, las villas de Guipúzcoa, Vizcaya, Encartaciones y Cuatro Villas, acuerdan su último pacto, un tratado de libre comercio con Bayona, San Juan de Luz, Capbretón y Biarritz durante el transcurso de las guerras hispano-francesas.


A partir del siglo XV, tras la muerte de Pedro el Cruel, la Hermandad del Cantábrico empieza a fragmentarse y a agrupar sus puertos según sus divisiones provinciales. En 1349 las villas marineras de Guipúzcoa se agrupan con el objetivo de hacer unidad y hermandad al servicio de Castilla y del suyo propio. La oposición de la aristocracia guipuzcoana, celosa de su poder y privilegio comercial, consiguieron su temprana disolución.

La tendencia a la centralización de las funciones que terminó en la unión de reinos y el nacimiento del Estado moderno, la actividad de la Hermandad fue disminuyendo. La creación del Consulado de Burgos en 1494, durante el reinado de los Reyes Católicos, lograron derogar el poder de la Junta de Castro Urdiales, sede de la Hermandad, y su desaparición definitiva, aunque posteriormente estos puertos alcanzasen algún acuerdo comercial puntual.

21/01/2017

Juan Castaños y Beistegui


Almirante de la Flota de la Nueva España y almirante de la Armada del Océano

Juan Castaños y Beistegui
JUAN CASTAÑOS Y BEISTEGUI

Juan Castaños y Beistegui era natural de Baracaldo, Vizcaya, donde nació en 1604. Comenzó su carrera naval en 1622, como grumete, siguiendo en la marina como guardia, contramaestre, hasta llegara a ser capitán de mar y guerra de la Armada de Nápoles en 1636. En esta Armada desempeñó con acierto los puestos de gobernador de la gente de mar y guerra de la Capitanía Real del Océano, y posteriormente el de capitán de mar y guerra de la Armada del Océano, alcanzando también en ella el cargo de almirante y gobernador.

En el año 1687, el rey le ofreció uno de los llamados Galeón de Plata, que hacía la Carrera de Indias Orientales entre Malina y Acapulco, pero no ocupó el mando porque fue enviado con carácter urgente en búsqueda del galeón San Salvador, que varó en Cádiz y estuvo perdido. Lo salvó la pericia y técnica de Juan Castaños.

En el año 1648, fue nombrado almirante de la Flota Nueva España, pero tampoco pudo efectuar el viaje porque fue enviado a Italia para recuperar Nápoles, lo que consiguió tras una brillante victoria naval.

En 1649, como homenaje a sus señaladas victorias, sus paisanos le nombraron por "fiel" de la anteiglesia de Baracaldo y mayordomo de la fábrica de su parroquia de San Vicente. El cargo de "fiel" lo desempeñó en su nombre su pariente José Beurco y Larrea, a la sazón, mayorazgo de Baracaldo.

En 1655, Juan de Castaños y Beistegui fue nombrado almirante de la Armada Real. Y un año más tarde, en 1656, ingresó en la Orden de Santiago, vistiendo el hábito de comendador.

Después de servir a su patria como buen marino durante 55 años, se retiró a descansar a su pueblo en la casa solar de Gorostiza, su casa natal.

CASA SOLAR DE GOROSTIZA

Este ilustre marino era hijo de Juan Castaños y Gorostiza, natural de Baracaldo, que estaba casado con la también baracaldesa María Sáez de Beistegui. Así mismo era hijo de este matrimonio el también ilustre marino Martín de Castaños, capitán de la Real Armada, que hubo de retirarse del servicio por haber perdido un ojo y quedado inútil de una bala de mosqueta recibida mientras luchaba contra la Armada de Francia en el combate del golfo de Nápoles, cuya plaza fue ganada por el heroísmo de los españoles.

Así también fue descendiente de esta casa solar y apellidado Castaños el también ilustre general, vencedor de las tropas de Napoleón, en la batalla de Bailén, Francisco Javier Castaños y Aragorri, ascendido por méritos de guerra a capitán del Ejército español, que ganó el título de duque de Bailén y fue marqués de Portugalete.

18/01/2017

Spanverjavigin: la matanza de los balleneros españoles en Islandia


La llamada Matanza de los españoles (en islandés, Spánverjavígin) fue un asesinato colectivo ocurrido en Islandia en el siglo XVII. Unos balleneros vascos llegaron en una expedición de caza hasta Islandia en 1615 y allí fueron asesinados tras conflictos con la población local de la región de Vestfirðir.


En la primera mitad del siglo XVI, los pescadores vascos desarrollaron la primera industria ballenera a gran escala del mundo en Terranova. El centro de esta industria eran diez puertos de la meridional de la península del Labrador. Durante la etapa de apogeo, en las décadas de 1550 a 1570, la flota estaba formada por una treintena de barcos, tripulados por más de dos mil hombres, que capturaban unas cuatrocientas ballenas cada año. A principios del siglo XVII, la captura de ballenas por parte de marineros vascos se extendió hasta Islandia.

El año 1615, fue difícil en Islandia a causa de que las costas permanecieron congeladas hasta el final del verano y se produjeron considerables pérdidas de ganado. A mediados del verano tres buques balleneros vascos llegaron a Reykjarfjörður, en Vestfirðir. Los islandeses y los vascos tenían un acuerdo mutuo por el que ambos se beneficiarían de la empresa. Cuando los barcos estuvieron listos para zarpar a finales de septiembre, se levantó un terrible vendaval y los barcos fueron empujados hasta las rocas, donde quedaron destrozados.

La mayor parte de la tripulación, unos ochenta, sobrevivió. Los capitanes Pedro de Aguirre y Esteban de Tellaria pasaron el invierno en Vatneyri (Patreksfjörður) y al año siguiente se marcharon a casa. La tripulación de Martín de Villafranca se dividió en dos grupos: uno se dirigió a Ísafjarðardjúp y el otro a Bolungarvík y después a Þingeyri. El 17 de octubre Martín de Villafranca y los otros diecisiete miembros de su grupo fueron asesinados en Æðey Sandeyri, en Ísafjarðardjúp.

Estas decisiones fueron instigadas por el magistrado Ari Magnússon de Ögur en octubre de 1615 y enero de 1616. Los vascos fueron considerados criminales por sus fechorías después de que sus barcos naufragaran y, según el libro de legislación islandesa de 1281, se decidió que la única opción correcta era ejecutar a tantos como fuera posible. En total, 32 vascos resultaron asesinados.


Jón Guðmundsson el Docto escribió un relato crítico con los hechos, condenando la decisión del magistrado local de ordenar los asesinatos en su obra Sönn frásaga af spanskra manna skipbrotum og slagi (Un relato verdadero de los naufragios y luchas de los españoles). Jón afirma que fueron asesinados injustamente: deseando no tomar parte en los ataques, huyó a Snæfellsnes en el sur.

12/01/2017

Limpieza religiosa de Miguel de Zabaleta


Natural de Rentería, Miguel de Zabaleta recurrió a una ideología muy similar a la de Baltasar de Echave y en algunas facetas a la de Esteban de Garibay. Escribió su obra principal Relación verdadera de la jornada que su Majestad el Rey don Filipe Tercero de España, hizo a la Provincia de Guipúzcoa... en torno a 1615.

Lo primero destacable de su doctrina fue la apología de las grandezas de Guipúzcoa. Consideró a esta provincia como el valladar fronterizo de España, así lo escribió: "la Corona de España tiene perpetua seguridad siendo, como es, espanto y temor de sus enemigos". Asimismo, ponderó la ausencia de herejías, incluyendo un dato novedoso, la segura visita del apóstol Santiago a la Provincia guipuzcoana. Otro de los elogios que dedicó a su provincia fue la lealtad a la Corona, del valor de sus naturales y de sus riquezas férreas, "que valen más que el oro de Indias".

APÓSTOL SANTIAGO, EL EVANGELIZADOR DE GUIPÚZCOA

Asumió la tesis de la descendencia directa de Túbal y, por supuesto, que el eusquera fue una de las setenta y dos lenguas babilónicas.

No podía faltar en él la cuestión de la nobleza universal de los guipuzcoanos, que fundamentó en dos razones: la pureza en conservar la herencia de los primeros españoles, y el no haber sido jamás subyugados por gentes extrañas, romanos, godos o islamitas, a que los que despectivamente llamó "bárbaras naciones".

Insistió también en la limpieza religiosa como base de la pureza racial. Así, aplaudió la prohibición del establecimiento de los judíos en la Provincia que, según él, se justificaba al "aborrecimiento natural que tienen los guipuzcoanos a mezclas de sangre estrangera, que suele ser principio de la destrucción de los Reynos y más si es de naciones sospechosas en cosas de religion". Esta sutil falta de discernimiento entre pureza racial y limpieza religiosa es quizá la aportación más novedosa de Miguel de Zabaleta en relación a Garibay y Echave.

Por ultimo, destacó un panegírico del sistema institucional propio, porque, según Zabaleta, Guipúzcoa brilla por "la policía en el govierno con tanta puntualidad y observancia, no la tiene la redondez de la tierra".

En síntesis, Miguel de Zabaleta no aportó ideas nuevas a la doctrina fuerista clásica, siendo un exponente de la mentalidad general sostenida por los intelectuales guipuzcoanos. Junto a Echave, son los únicos tratadistas que silenciaron la entrega voluntaria de la provincia a la Corona de Castilla.

BABILONIA, CIUDAD ORIGINARIA DEL EUSQUERA